viernes, 22 de junio de 2007

La cocina

Llego nocturna sombra y busco el alimento en la cocina.

Una olla de barro me responde con su eco vacío,
entre tumultos de quietas sartenes.

Avanza el hambre, incesante avanza.

Verifico la transparencia del agua en su cárcel de vidrio.
Un cíclope monstruoso me mira por el otro lado.
Dejo de mirarlo y se va.
Se adhiere una cuchara a mis dedos
y me habla de su desdicha metálica policromada.

Es la cualidad de cuencos como manos
lo que me impresiona de los platos.

El tizne impregnado en la cacerola,
realza infinitas formas de negro estallido.
Dentro,
seis frijoles danzan aferrados a su dureza.

Voces ansiosas llaman desde su ocaso en mi garganta.
Ningún quemador de la estufa me responde.

Petrificados en su función de rostro esculpido, inerte,
los trastos ignoran todo sobre vísceras y apetito.

Sobre la mesita de madera,
el tenedor se enemistó con la carne,
eriza sus cuatro dedos orgullosos y se aleja para siempre.

Levanto una tapadera dolorosa
que olvidó en el tiempo su borde circular,
y la perfección de su cubierta de peltre azul.

Solo nuevos huecos encuentro.

Buscando el calor de la tortilla de maíz sobre el comal
en idilio salado y picante,
traduzco su sabor milenario en mi paladar,
revelo el enigma del alimento
y me admiro de su incipiente consistencia.

Una taza me mira,
se arroja precipitada y homicida al piso amurallado.
Lamenta no tener nada que ofrecer sino su muerte.

Agradezco no querer morir por ahora,
mientras se cuele como ladrona esta sensación de oquedad,
aquí,
arribita del ombligo,
hasta adentro,
tal vez esté vivo.


Autor: Fernando Álvarez Gómez

1 comentario:

Lesbia dijo...

Me gusta, transmite un mensaje de una hambre más profunda, que ni con comida se puede lograr satisfacer, alguna vez sentí esa hidrófoba hambre, no tenía un peso en la bolsa, terrible experiencia, la insuficiencia ingestiva prolongada puede ser buena para hacer un poema y muy mala para la salud.

Todo parece confabularse, te detienes en cada detalle, desde las grietas de las paredes se puede ver el dolor que cohabita ya con tu existencia, la tristeza permea los inanimados utensilios que parecen hacer juego con tu rostro interno, me ha sucedido quedarme horas desayunando sin un plan para el día, la vetustez del tiempo carga cierta melancolía y veo las manchas en el piso muy atentamente, dispersa, una amiba se extiende en la mesa…

Saludos a todos, y especialmente a ti Eusebio, se me ha dificultado continuar en el taller, un abrazo.