sábado, 30 de junio de 2007

El reloj

Hay un reloj en mi recámara
que nunca marca la hora exacta.

No le importan los tiempos que lo visten
ni los destiempos que lo calzan.

Ninguna esperanza se forja en sus frágiles agujas.

Desde el rincón atisba con su mirada de ciego,
con las manecillas rotando a cada lapso
sin saber nada
una tras la otra
tras la otra.

Quizá sea ése su destino:
girar y girar y girar
sin saber jamás ninguna cosa.

Se mueve, sí,
con su compás rítmico
monótono
cándido
y se pudre agotando su inútil tiempo.

Lo vigilan los doce números inertes en el segundo plano,
planos
ajenos a su rigurosa danza de simetría circular.

Nadie puede ayudarlo
la movilidad eternamente fija
cualidad de órgano vivo pero inconsciente
ya no lo abandona.

Un minúsculo perímetro es todo su horizonte
tratar de huir y volver, puntual
siempre al mismo sitio
fugitivo incomprendido.
En la tristeza de su ritual
se esconde la muerte.
tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic---tic.


Autor: Fernando Álvarez Gómez

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