para formarte un nuevo cuerpo.
Con trozos de membrana
y antiguos minerales bajo la tierra,
integro la argamasa
y revelo tu forma novedosa.
Hebras discontinuas del carrizo de bambú oriental,
fundan la totalidad de tu cabello rojizo.
En la piel,
bastará la pluma de una gaviota muerta sobre la espuma del mar,
desprendida de su esencia alada,
siempre pálida,
casi transparente.
Piel invisible,
inasible,
piel del canto con que te canto.
Para tus manos,
un soplo de viento por la tarde,
aire espléndido silbando besos
en arritmia de muerte lenta.
Sobre tu mirada,
luz mortecina de flujo aéreo.
Alba apenas de colores.
Breve sutileza entre los dedos,
ilusión perdida que va y vuelve
con inagotable vocación de péndulo.
Una palabra,
nacimiento preciso en la voz,
que te pronuncia con las letras de un nombre que no te nombra.
Vientre y senos,
frutos cítricos
amargos como el dolor y el olvido.
Todos mis ríos detenidos en el denso mar de tu sexo.
Voz y aire y gota de agua.
Cristal regándose en el piso.
Mujer simple de hueso, de hueso simple,
carne y mineral común,
como la esencia de un minúsculo universo.
Autor: Fernando Álvarez Gómez
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